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Ese mundo de la Innovación es solo para grandes empresas… o no?

En la columna anterior escrita por este servidor, nos referimos a la primera dificultad normalmente indicada por quienes se enfrentan por primera vez a este mundo: reconocer, identificar y diferenciar lo que es innovación de lo que es investigación y desarrollo (el confundir terminologías puede ser muy común). Ahora nos referiremos a la dificultad que muchas organizaciones tienen respecto a la cantidad de recursos y capacidades que se necesitan para ejecutar proyectos de I+D+i.

En el extremo más sofisticado de la innovación empresarial, se encuentra la realización de proyectos de investigación y desarrollo. La sofisticación, sin duda, se marca por el tipo de resultados que se pueden obtener de este tipo de proyectos. Pero estos proyectos representan un desafío particular para las empresas nacionales.

Cuando una organización se pone como meta el incorporar rutinas de innovación y de I+D dentro de ella, ineludiblemente comenzará a interiorizarse sobre las capacidades y los recursos mínimos necesarios para lograr que esta implementación sea exitosa (o por lo menos eso es lo que se esperaría). Recursos tales como el financiamiento, la infraestructura y los materiales son fundamentales para lograr tales objetivos. Sin embargo, el recurso más importante para conseguir llevar a cabo estas verdaderas transformaciones dentro de las empresas es el recurso humano.

Por ello, el contar con los profesionales clave dentro de estos procesos de innovación, tales como aquellos encargados de su articulación y gestión, es particularmente crítico. Para que puedan cumplir con estas tareas de manera satisfactoria, se deben garantizar dos condiciones que no siempre se encuentran dentro de la organización, sobre todo cuando pensamos en aquellas empresas de menor tamaño: i) Poseer el conjunto de herramientas, conocimientos y capacidades respecto a metodologías de innovación; y ii) Poseer el tiempo suficiente para realizar estas tareas a conciencia y con una calidad de trabajo apropiada.

¿Por qué las empresas de menor tamaño son especialmente desfavorecidas en este aspecto? Debido, principalmente, a la poca cantidad de recursos económicos que este tipo de empresas dispone para poder contar con tales capacidades. En efecto, no es extraño ver en este tipo de empresas que una misma persona sea la encargada del control de calidad, las adquisiciones y la logística del negocio. De mala manera, entonces, este profesional tendrá tiempo suficiente para dedicarse a implementar rutinas de I+D+i, sin sobrecargarse, o bien sin que la calidad de los resultados no se vea comprometida.

Pero no solo eso. Es común que empresas menores también fallen en relación con el equipamiento necesario para realizar I+D+i, ya que por lo general tampoco tienen dentro de sus prioridades invertir en materiales o infraestructura para ejecutar actividades técnicas pertenecientes a un plan de trabajo en el contexto de estos proyectos. La novedad es que estas dificultades no son exclusivas de las empresas PYMES, ya que muchas organizaciones que cuentan con mayores recursos también sufren de la misma falta de capacidades. Entonces ¿cómo sobrellevar estas dificultades?

Aquí es donde cobran relevancia las redes de trabajo y de colaboración que se pueden ―y se deben― desarrollar cuando de I+D+i se trata. Estas redes pueden proporcionar perfectamente las capacidades que a estas organizaciones les faltan para implementar exitosamente estas iniciativas. En el universo disponible para la coordinación de estas redes podemos encontrar instituciones vinculadas al mundo público y académico principalmente, pero también existen entidades privadas ―como centros de investigación y desarrollo, y otras que brindan consultoría y asesoría técnica―, que gozan de buen prestigio y con alta calidad en sus trabajos.

Contar con capacidades de gestión de proyectos, el acceso a instalaciones como laboratorios y centros de pilotaje, y la implementación de soluciones innovadoras para sus problemas a partir de tecnologías desarrolladas en base a las líneas de investigación que cada una de estas instituciones proveedoras de conocimiento posee, son algunos de los beneficios que se pueden enumerar en función de la decisión de que empresas y entidades colaboradoras trabajen de manera conjunta.

Como vemos, el popular dicho “más vale tener amigos que dinero”, aplica en este contexto: si no tienes las capacidades para innovar, existe un ecosistema con organizaciones colaboradoras y proveedoras de conocimiento que pueden ayudarte a innovar y así ser más competitivo. La clave es darse cuenta de que, a veces, no es necesario generar grandes inversiones para llevar a cabo la cartera de proyectos de innovación que poseas, sino que puede salir más rápido, conveniente y económico externalizar estas capacidades. Los resultados pueden ser de alta calidad, y tanto empresas como centros colaboradores pueden salir fortalecidos de estos procesos gracias al traspaso de conocimientos, capacidades y experiencias que ocurre de manera bidireccional, algo que sin duda le hace bien no tan solo a los aludidos, sino a todos los que integran el ecosistema de innovación nacional.

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Magíster en Gestión Tecnológica

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