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¿Y tú, ya conociste a ChatGPT?

Lo que comenzó como noticia más techie, ahora ocupa titulares que hablan de un antes y un después en el mundo de la generación de contenidos. Quizá para algunos pasó desapercibido cuando el medio estadounidense Semafor anunciaba, a principios de enero, la posible inversión de US$10.000 millones de Microsoft en la tecnológica OpenAI (quienes ya habían apostado por la startup en 2019 con un millón), pero no fue hasta que ChatGPT fue probado por millones de usuarios, que se encendieron las alarmas de alerta/admiración. Hoy es el tema de moda, el fenómeno de la IA al alcance de todos.


“Ahora una máquina hará mi trabajo”. Debo reconocerlo, fue el primer pensamiento que vino a mi cabeza cuando empecé a leer las reseñas sobre las maravillas de la herramienta. Recordé mis tiempos como estudiante del Máster en Dirección de Comunicaciones, cuando nos hablaban de las profesiones que desaparecerían en los próximos diez años, tema que, a pesar de sonar oscuro, tenía un objetivo positivo: plantearnos nuestro diferencial y trabajarlo a futuro. Definir cuál es nuestro valor y potenciarlo.

Pero en ese momento recordé a los relojeros. Fue la primera imagen que vino a mi mente. Recordé los paseos de niña acompañando a mi padre al relojero de confianza para cambio de pilas, pulir la mica, revisión de la maquinaria y quién sabe qué cosas más. Aquel caballero era hijo de relojero, cuyo padre también le había enseñado este arte. Ya no sé de él. En una cultura de “usar y botar”, en donde la obsolescencia está programada, las pilas ya no se cambian, las correas ya no tienen repuestos y este servicio pasó de ser cotidiano a algo exclusivo de marcas premium haciendo que, poco a poco, estos especialistas del tiempo fueran desapareciendo de nuestras vidas.  

En fin, que ChatGPT me asustó.

Entre fascinación y alerta

Y siguió asustándome al ver que cada día más usuarios expertos alababan la calidad de su lenguaje natural y la versatilidad de sus respuestas. Es fascinante ver que en segundos se puede tener un texto de 600 palabras, que despista a profesores y es usado por alumnos para sus tareas e incluso, exámenes finales.

Ahora bien, toda novedad tiene sus detractores, que en este caso son los defensores del pensamiento propio. Mientras avanza el uso de la herramienta, comenzamos a leer titulares que nos anuncian un gran riesgo: “Colegios y universidades de todo el mundo, también en España, prohíben ChatGPT: Sería como copiar de un compañero”; “¿ChatGPT para plagiar en universidades? En Francia ya lo prohíben”.

Destaco el de la revista GeekWire, “Las Escuelas Públicas de Seattle prohíben ChatGPT; distrito ‘requiere pensamiento original y trabajo de los estudiantes’”

El mundo educativo está levantando la alerta y cambiando los modelos de evaluación, aumentando los ensayos escritos a mano (sí, volvemos al lápiz y al papel) y exámenes orales. Se comenta incluso que la plataforma comenzará a marcar sus contenidos con una marca de agua u otro elemento para evitar así su uso en el mundo académico.

Una línea muy borrosa entre los que unos denominan “herramientas de engaño” y otros, “tecnologías de mejora.”

Llegó el momento del duelo cara a cara

Antes de etiquetarme como relojera, decidí probar el gran fenómeno. Todos los días somos usuarios de Inteligencia Artificial, pero no somos conscientes de ello, así que esta es una gran oportunidad para verlo en vivo y no solo como consumidora a la que las grandes marcas le tienen un perfil armado y saben mis hábitos de compra, mis gustos y la frecuencia con que pido pizza.

Esta vez es diferente. Ya conocemos casos de artículos de prensa escritos por IA, el famoso duelo entre Deep Blue y Kasparov, novelas, o más recientemente, BlenderBot 3 de Meta del que hablamos hace algunas columnas. Incluso el propio ChatGPT no es nuevo, pero esta es la primera vez que usuarios “de a pie” podemos interactuar de manera gratuita con una IA abierta, así que ¡manos a la obra!

Tuve suerte de poderlo conocer sin hacer fila. Había leído ya cómo funcionaba y aproveché de pedirle ayuda para algunas redacciones que tenía pendientes. Debo decir que me ayudó, fue mucho más rápido que hacer una investigación propia, ofreció una capacidad de resumen muy rápida y, si el tema no es muy complejo, le doy un voto de confianza.

Evidentemente amerita doble o triple lectura. Si se trata de contenido complejo no recomiendo dejarle el 100% de la investigación, el chequeo de las citas o referencias. Considero que la mente humana, incluso con sus sesgos, es quien tiene el criterio final para las conclusiones. No espero un Nobel de ChatGPT.

¿Qué pasa con la ética?

Así como los titulares que mencioné, me sentí haciendo trampa. Mi diferencial, es justamente mi capacidad de redacción, investigación y propuesta creativa. No soy novelista (qué más quisiera yo), pero apoyarme en un robot me hacía algo de ruido. Por suerte tengo una hermana millenial, con muchos menos sesgos que yo y una mirada más fresca y libre de ver la vida, y su recomendación fue: “esto es como la calculadora en su momento, o Illustrator en diseño, son herramientas que facilitan tu trabajo para que tu cerebro se concentre en lo importante”.

¿Tú ya lo probaste?

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Licenciada en Comunicación Social, Mg. en Dirección de Comunicación Estratégica. Docente en Panamerican Business School.

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