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Sin sostenibilidad, las inversiones no perduran

Las empresas que no entiendan que deben tener la sostenibilidad como parte esencial de sus estrategias y planes de negocios, tienen un corto futuro. La sostenibilidad hoy es el principal habilitador de los proyectos de negocios.

En septiembre de 2020 se publicó el Ranking de Desarrollo Sostenible elaborado por la Universidad de Cambridge, donde se analizaron los avances de los países en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030: los compromisos mundiales establecidos por la ONU que apuntan a mejorar la calidad de vida de las personas a partir de 17 objetivos en distintas materias, y que tienen como meta el cumplimiento de ellos en 2030.

En dicha medición, Chile alcanzó el primer lugar en Latinoamérica, con un puntaje de 77.4, superior al promedio regional, y obtuvo el puesto número 28 de un total de 193 países miembros de la ONU, por sobre naciones desarrolladas como Estados Unidos, Australia o Italia. Además, fue reconocido por las universidades de Yale y Columbia, como el país con el mejor índice de desempeño ambiental en América Latina y el Caribe.

Premiaciones como estas solo nos remarcan la importancia de la sostenibilidad como práctica en las empresas actuales.

El origen del concepto ”sostenibilidad”, con el significado con que lo conocemos actualmente, se remonta a 1987 cuando aparece por primera vez en el Informe Brundtland ―también titulado ”Nuestro futuro común”― elaborado para la ONU por varios países.

Pero ya en 1798 existía una visión sobre este principio, cuando Thomas Malthus publica el “Ensayo sobre el principio de la población”, en donde explica su “teoría poblacional”. Allí dice que la población tiende a crecer más rápido que los recursos. Esto, en la actualidad, en un planeta superpoblado y cada vez más explotados sus recursos[i], es una realidad llevada a su máxima expresión. Por ello, toda compañía que quiera perdurar en el tiempo debe centrar su estrategia de negocios a largo plazo en un valor sostenible, entregando beneficios al medioambiente, comunidades, y en el que el crecimiento sea equitativo.

La sostenibilidad ―o al menos la que comenzó décadas atrás― hoy se entiende como una mirada holística del desarrollo productivo y económico, en donde no solo los inversionistas o las empresas se benefician, sino que estas al tener un impacto de ganancia en determinados territorios, deben entregar compensaciones. Y no solo las estipuladas por ley según sus operaciones, sino que acciones que vayan en beneficio de comunidades, territorios, medio ambiente y el desarrollo de valor compartido.

Es decir, esta compensación no debe ser un mero acto de transacción, sino entregando herramientas a las comunidades que les permitan tener aprendizajes a largo plazo; propiciando un cuidado por el medioambiente que vaya más allá de cumplir medidas legales, siendo un legado para las futuras generaciones y aportes al cambio climático; y finalmente estimulando el desarrollo socioeconómico con una articulación público-privada en donde el Estado se una a los privados no tan solo para tener beneficios de servicios o ganancias, sino que también para que los ayuden en un crecimiento país, entregando empleos y dejando huellas comunitarias.

Por ende, las empresas que no son sostenibles no tienen cabida, pues son las personas las que habilitan los negocios. Una comunidad puede botar un proyecto aunque este tenga inversiones millonarias y altas tecnologías; no obstante, si no viene de la mano con el desarrollo, cuidado del medioambiente y preocupación por las personas en el centro, no tiene proyección.

[i] Biografía Thomas Malthus

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Periodista y Cientista Política. Embajadora de Women In Energy del World Energy Council-Chile

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